La salud emocional está siendo invadida
En el caos emocional, algunas manos que se extienden no salvan… empujan más hondo.
El mundo de la salud, se ha convertido en una guerra.
Hoy en día, buscar ayuda es como caminar sobre un campo minado. Las almas están explotando por dentro porque pisan minas disfrazadas de sanación. Caminos falsos, peligrosos que no llevan a ningún lado… solo a más dolor.
La salud está desapareciendo, ya no es un espacio seguro. Es un terreno hostil y solo una minoría puede verlo, puede cuestionarlo y puede gritarlo.
Ya basta de deliriros, de mentiras disfrazadas de un falso bienestar.
Muchas personas se han sentido defraudadas por la psicología. No porque no funcione, sino porque muchas veces no dieron con el profesional adecuado. Pero eso no significa que la psicología haya fallado. significa que debemos exigir más: más profundidad, más humanidad y más ética porque muchos abanderados de la psicología han abrazado pseudoterapias otorgando una solución placebo a cambio de un beneficio muy lucrativo.
Que una persona haya vivido una experiencia traumática “como el abuso” no la convierte automáticamente en alguien capacitado para acompañar a otras víctimas. Haber atravesado una experiencia difícil puede darte empatía, sensibilidad o incluso motivación para ayudar, pero no te da las herramientas clínicas necesarias para acompañar procesos de trauma de forma ética y segura. Cada víctima es distinta: su historia, su contexto, sus reacciones, sus mecanismos de defensa y su necesidad terapéutica. Lo que te sirvió a ti, podría ser perjudicial para otra persona.
Además, hay algo muy importante: si no has sanado completamente tu propia historia, corres el riesgo de proyectarla en los demás, de querer “salvar” en lugar de acompañar, o de buscar validación personal a través de la ayuda que ofreces. Todo esto puede causar más daño que bien, por más buena intención que tengas. Por eso, ese acompañamiento le corresponde a psicólogos clínicos, psiquiatras, o especialistas en trauma con formación acreditada.
¿Por qué es importante esta distinción?
Porque hoy, muchos que han tenido una experiencia personal fuerte creen que eso los autoriza a guiar a otros en temas sensibles. Y aunque su intención sea buena, eso los pone en un lugar de riesgo ético y humano, porque acompañar a alguien herido sin tener la formación adecuada puede reabrir heridas, invalidar procesos o generar dependencia emocional.
Esta confusión ha dado lugar a una peligrosa proliferación de usurpadores de espacios terapéuticos: personas no formadas que intervienen en momentos de gran vulnerabilidad emocional. Eso no es ayudar: es intrusismo, y muchas veces, revictimización.
Llamado a la reflexión
Acompañar a alguien en su dolor es un acto profundo de humanidad, pero también de enorme responsabilidad. Antes de ofrecer ayuda en temas tan delicados como el trauma, vale la pena preguntarnos: ¿tengo la formación necesaria para sostener este proceso con seguridad y cuidado? A veces, querer ayudar no es suficiente.
Lo más amoroso que podemos hacer es reconocer nuestros límites y derivar a quienes realmente pueden cuidar.
Azucena
Reflexiones personales respaldadas con fuentes reales que pueden interesarles
Bessel van der Kolk, autor de The Body Keeps the Score (sobre trauma)
Gabor Maté, experto en trauma y adicciones
ICF (International Coaching Federation), para los límites éticos del coaching
APA (American Psychological Association), para definiciones clínicas